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Almorcé con mi novia aquí un sábado. Ordenamos unos crostinis pomodoro que estaban deliciosos. Ella ordenó también una crema de zapallo que estuvo bien. De plato fuerte nos decantamos por una hamburguesa california y unos rigatoni pomodoro. La pasta tenía buen sabor, pero nada espectacular. La hamburguesa vino en el término solicitado, con un sabor muy rico (especial mención para el guacamole que le ponen a la hamburguesa, que tenía un pequeño toque de limón que cambió radicalmente el sabor predeterminado que tenía sobre esta hamburguesa), acompañada de las ya clásicas (y hasta cierto punto aburridas) papas fritas. El servicio fue bastante bueno, aunque el lugar no estaba tan concurrido (dos mesas aparte de la nuestra). El tiempo de servicio fue buenísimo, el mesero fue muy amable con nosotros, su conocimiento del menú y las porciones era bueno, y su atención a rellenar los vasos de agua fue admirable. La presentación de los platos me pareció un punto a destacar también (vi que a otra mesa servían un café sobre un plato cuasi rectangular, en el cual el café iba en un costado y en el otro lado (el lado libre del plato) tenía paquetes de azúcar para que el comensal los usara a discreción). El ambiente, a pesar de que es pequeño y algo frío, me pareció bueno en el sentido de que usualmente este tipo de locales nuevos no tienen buena acústica; sin embargo, en este local mi novia y yo pudimos conversar tranquilamente, sin necesidad de elevar nuestros tonos y sin tener que escuchar conversaciones ajenas. Los precios quizás espanten a más de uno, pero a pesar de que las porciones son estándar, la calidad justifica el costo. Vale la pena darse una vuelta ocasional y comer aquí.
