Tenía pendiente visitar este restaurante y créanme que valió la pena. Es un ambiente romántico y delicado, decoración sencilla pero de muy buen gusto y con un techo de vidrio que nos permitió disfrutar de la lluvia de una manera muy especial, tambien tiene una linda terraza. De entrada pedimos tortilla española deliciosa y con el centro húmedo (como deben ser las tortillas), al igual que las croquetas de pollo, delicadas y cremosas; como principal Paella de Mariscos, sin nada que objetar al plato, arroz en su punto, sazón espectacular y la cantidad precisa de mariscos.
Para tomar, Sangría Blanca ni muy dulce ni muy ácida, agradable y fresca y para cerrar un postre, una de las mejores combinaciones de sabor que he degustado, carpacho de piña y fresas con centro de crema catalana, lo máximo!!. Créanme que como dice la canción, comer aquí fué casi "una experiencia religiosa".
No les di las 5 estrellas en ambiente, por la falta de música, explicaron que había un evento privado y se oía en esa parte, un asunto que deben corregir y no se puede perdonar. La atención es esmerada pero no invasiva con la justa medida de l9s grandes restaurantes. Este lugar se coloca en mi Top5, sin duda regresaré.