Aprovechamos una promoción de los martes para conocer este lugar, que se destaca principalmente por su decoración, exquisita desde el pequeño puente sobre el espejo de agua a la entrada, continuando con el tapizado de las sillas, que tienen motivos que a la imaginación evocan trajes de geisha y los famosos árboles de cereza en flor; elegantes cortinajes de piso a techo, pantalla gigante led en el techo, etc.
La comida, de toque igualmente moderno, no se queda atrás. Ordenamos como entrada los dátiles rellenos (envueltos en tocineta) y la roca volcánica (atún con aguacate y choclo), ambos de sabores muy especiales y concentrados, logrados con las salsas que los acompañan. Como principales, probamos el cho roll (se comentó que talvez sea el mejor sushi de la ciudad), costillas de cordero (estaban tan suculentas que sobraba la salsa blanca que las acompañaba) y el chupe de camarones (con el toque particular del restaurante, que lo sirve mucho más cremoso que lo que marca la receta tradicional peruana).
El servicio, desafortunadamente, resultó muy malo; la botella de vino no estaba a la temperatura adecuada, los platos principales salieron a destiempo (tanto así que uno ya había terminado cuando llegó el del otro) y había que permanecer con la mano alzada para que alguno de los saloneros prestara atención. La excusa que nos dieron era que día de promoción, lo cual los deja aún más mal librados, puesto que, si esa razón fuera aceptable, se notaría el mismo efecto negativo en los muchos otros restaurantes que tienen días de ofertas y eso por lo general no se da. Los responsables tienen que prepararse para un día así, aumentando los recursos de personal y logística, para no afectar la buena imagen que tanto han trabajado en los demás aspectos.
