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Es una experiencia este restaurante... La entrada es fea, angosta y la puerta está cerrada. Intentas abrir y te abren. Entras y hay una especie de bodega o depósito de vinos y el chef recibiéndote muy educadamente. El espacio es anticuado, la decoración merece un poquito de atención, es como de los 70’s. También la climatización, bastante obsoleta y frío a ratos. Los meseros se esmeran, especialmente en presencia del Chef, a última hora no ofrecen la misma atención. No hay carta. El Chef relata los manjares del día y se va llegando a acuerdo, según tus preferencias y la información que hayas podido retener. Con el vino lo mismo, no hay carta, te invitan a que visites la “bodega” de la entrada, el chef te ofrece alguna opción y finalmente te pone lo que le gusta ;) en nuestro caso, acertó con el vino rosado. La comida sí merece la pena. Excelente la burrata, sabrosísimos los ravioli cuatro quesos y deslumbrantes los ravioli de castaña con salsa de trufa. El postre, pedimos una torta porque era la celebración de cumpleaños de mi marido y bueno, no estaba mal, pero esperaba más. Nos encantó la pasta, la cantidad es considerable y de verdad, es deliciosa, sin embargo el precio es excesivo para el lugar y servicios que se reciben. Considero que deben informar de los precios con un menú formal tanto de comida como de bebidas, aunque mantengan las sugerencias del chef.
