Nací en Barcelona, y pasé toda la infancia en el distrito de Sant Gervasi. Los domingos era visita obligada un pequeño local de la Plaça Bonanova para comprar "patatas fritas de churrero", patatas fritas artesanas que elaboraba Manolo Aguilar en su "Churrería Manolo". Las freía frente a nosotros, con un punto de sal perfecto y un crujiente inolvidable. Luego para satisfacer los caprichos más dulces, el postre se engalanaba con sus churros que mojados en chocolate espeso a la taza eran pecata minuta.
Todos estos recuerdos los recuperé en Panamá, concretamente en la "Churrería Manolo" de Via Argentina, a miles de kms y años de distancia de aquella de mi barrio natal. Quedé fascinado con los churros clásicos, los rellenos de manzana y especialmente con los rellenos de arequipe. Luego hemos regresado para ampliar horizontes y desayunar desde el emparedado cubano, el de cantimpalo y también los huevos fritos con higado encebollado. Los jugos naturales también son buenisimos y me decanto por el "Taboga".
Casualidades de la vida, pero el "Manolo" de la Churrería panameña era un emigrante catalán, según me contaron las saloneras del propio local que fundo la churrería en 1972. Se llamaba Francisco por lo que cabe pensar que el nombre de Churrería Manolo tome el nombre y la inspiración en aquella de mi infancia.
Más allá de estos pasajes personales que pretendo vincular a través de un churro, debo reconocer y me atrevo a afirmar que la Churrería Manolo de Ciudad de Panamá tiene unos churros tan, pero tan buenos, que si existiera un concurso mundial de Churrerías con un jurado que catara "a ciegas", seguro que levantaban la gran medalla de oro con su Churro de Arequipe. Ya saben: los sábados por la mañana nos vemos donde "el Manolo" !!!
