Tenía tiempo de ir a restaurantes y no sentir la inspiración de escribir reseñas, hasta que casualmente llegamos a Salvaje, con su explosión de sonidos, colores y sabores. Pedimos para compartir de entrada camarones tempurizados y aguacate grillado, dos platillos excelentes que elevan la tempura de camarones y el aguacate a otra dimensión. El cordero grillado y glaseado estuvo un poco arenoso y reseco. La langosta grillada y presentada en convenientes trocitos sí cumplió con lo nuestras expectativas. Acompañamos todo con arroz frito con vegetales bien balanceado y terminamos con dos postres dignos de mencionar, Cacao salvaje y yuzu&yuzu pie, una nueva forma de degustar el chocolate y un postre cítrico. En la carta de vinos encontramos nuestro favorito, suerte poco común en otros lugares. Quedamos muy satisfechos con la experiencia y dispuestos a regresar prontamente. Lo mejor de todo no fue la decoración apabullante, los shows repetidos, ni los intrincados platillos, sino el calor humano de Alex, cuya atención supera todos los epítetos y minimiza todas las fallas.

Es un restaurante con el ambiente casual y deportivo bien logrado. Muy buena la atención de todo el personal. En cuanto a la comida, por la premura del tiempo, sólo solicitamos una bebida y plato fuerte. La bebida, una limonada con yerbabuena, buena Un plaro principal fue un ribeye normal, acompañado por papas fritas al cual le agregamos la ensalada de la casa, servida en una porción abundante. El otro plato fue un filete de salmón con mantequilla, acompañado de arroz al cual le agregamos frijoles negros, ambos con buen sabor. El salmón no fue tan afortunado, reseco y simple. En otra ocasión tomaré en cuenta los entusiastas comentarios sobre la comida mexicana.

Siempre es placentero visitar a un antiguo restaurante conocido, aunque haya cambiado de lugar, pero sin perder su esencia, buena atención y buena comida. No fuimos por el espectáculo que rodea su preparación, sino simplemente a comer. La bebida fue una refrescante mezcla de frambuesas y fresas. Sino pide la entrada, le dan automáticamente una ensalada fresca con una salsa con toque de maní muy agradable. Los latos fuertes fueron salmón con vegetales sobre una cama de pasta que había absorbido todo su sabor, más una taza del mismo arroz frito con vegetales y tiritas de huevo, que antaño preparaban con cuchillos en las mesas. El otro plato fuerte fue una carne cortada en láminas, acompañada de vegetales y el arroz frito. Las porciones don realmente abundantes. Seguiremos siendo fieles a este restaurante.

Muy favorable el descuento del día con una gama amplia de alternativas para degustar. Aprovechamos la oferta y visitamos el restaurante Malta y Vid. Con decoración muy sobria, ambiente un poco frío. El servicio muy bueno pero muy demorado. Después supimos que el must es la terraza, con un ambiente más informal y relajado. De bebida tomamos una fresca y afrutada sangría, propia para paladares que le temen al vino tinto y seco. No nos atrevimos con las entradas, porque tienen nombres imponentes como salchicha de medio o un metro, ceviche de tres clases. Vimos pasar platos inmensos como el codillo Porter y optamos por pedir platos más pequeños como la pesca del día, que resultó miy buena. Fue un filete de robalo calientito, con vegetales bebé muy bien presentados y sazonados. No tuvimos tanta suerte con los tres pescados ahumados, pequeñas láminas frías, que sólo permitían identificar al salmón por su color. Nuevamente los vegetales bebé salvaron el plato. Finalmente el postre compensó la larga espera. Fue un strudel de peras, para mi gusto mejor que el de manzana por su delicadeza. No me daré por vencida. Pronto me tendrán allí nuevamente, esta vez en la terraza y enfrentando a un codillo Porter con cerveza artesanal.

Lo prometido es deuda. Aprovechando la invitación de Degusta, volvimos a una sesión más calmada de degustación, orientados por el siempre amable y bien dispuesto Juan David. Notable mejoría del ambiente, muchos comensales, excelente música viva. Esta vez escogimos como entradas crujientes empanadas fritas de queso y el dúo parrillero con papas cocidas. De plato fuerte, costillar de cerdo con puré rústico y cerdo con salsa agridulce acompañado de maíz con crema y yuca frita. Los platos de cerdo a la altura con la piel tostada y la carne muy suave. La yuca frita ha estado mejor en ocasiones anteriores. El Mac & cheese fue la delicia de la gente menuda. Seguiremos explorando este menú lleno de agradables alternativas.

Después de varias visitas, he tenido tiempo de expresar lo que mis pjos y papilas gustativas han experimentado al visitar este lugar. Lo que comes es lo que ves y tiene el sabor que esperas debe tener. La burrata es una entrada refrescante, que te prepara para el plato fuerte. Hemos degustado langostinos a la mediterránea, frescos y crujientes, con una salsa de tomata que no opaca su delicado sabor. Por el estilo los langostinos con espárragos, con sabor de ajo más marcado y un cremoso puré. El carpaccio de peras, aparentemente sebcillo, esconde el delicado sabor del vino y del helado acompañante. No iba a mencionar el tiramisú porque había estado flojo en ocasiones anteriores, pero esta vez me sorprendió su robusto sabor a café. No tengo quejas.

El nombre y lo sombrío del lugar no le hacen honor a la comida. La comida fue una explosión de colores y de sabores a cual más llamativo. Es una serie infinitade platos criollos, pero con alternativas nuevas, cada una más sorprendente que la anterior, sin que haya un sabor repetido o una nacionalidad definida en ningún plato.. Las porciones son generosas y permiten el intercambio de platos entre los comensales, con exclamaciones de sorpresa y satisfacción entre todos. Volveré pero por una sesión más calmada de degustación.

Las instalaciones físicas y el ambiente son más actualizados y elegantes que en el local de San Francisco. Con muy buena música viva. La atención fue buena, aunque los platos solicitados demoraron mucho a pesar de que había muy poca gente ya que estaban próximos a cerrar. De entrada pedimos sopa de espárragos naturales, muy buena, berenjenas Belén, empanizadas, delgadas y crocantes. De plato fuerte degustamos rissoto de vegetales, raviolis de hongos, filete de res a la Pimienta, pasta Nicole. Dignos de recordar los raviolis de hongos.

Esta vez visitamos Azahar en el piso 7 del edificio Yoo. El concepto del restaurante ha cambiado notablemente, para bien. El jardín vertical de la entrada es hermoso, realzado por el aroma de las flores de una floristería en la entrada y dos paredes de frascos decorativos con flores naturales, dando paso a una cava de grandes proporciones, muy bien surtida. La decoración es muy elegante con detalles antiguos y modernos, aunque el tema de los cuadros no es mi favorito. Las cómodas sillas tapizadas son apenas justas para las anatomías generosas, pero existe una buena alternativa de asientos tipo banca tapizados, muy cómodos Almorzamos una crema de tomate, hecha con tomates confitados, espárragos y hongos, de sabor contundente y agresivo que se aplacó con la cucharada de sorbeto de mango que nos dieron al finalizar la crema. Seguimos con un risotto de tres hongos, que me hubiera gustado con menos crema, acompañado de vegetales grillados y papitas bebé con romero que completaban muy bien el risotto. El postre fue el punto máximo de una aventura de sabores, creme bruleê de sarrapia, contodos los misterios, perfumes y sabores que se atribuyen a esta exótica semilla. Fue una exquisita experiencia.

Es un buen restaurante oculto en un sitio imposible de llegar y estacionar el auto. El ambiente es muy sencillo. La atención fue rápida y expedita. Almorzamos vegetales al ajillo. Una buena combinación que no nos habíamos atrevido a probar, acompañados de tofu frito y fideos de arroz transparentes con mariscos. Todo acomañado por un novedoso batido de aguacate. El restaurante tendría más éxito si tuviera una mejor ubicación.