Este es uno de esos restaurantes que recomiendo visitar cuando no tenga muchos clientes. Fui este viernes y la experiencia fue de pesadilla. El sitio estaba repleto y algo comenzó a estar mal cuando la entrada demoró 50 minutos en llegar. Luego pasó otra hora y finalmente llegaron los platos fuertes. Mi acompañante pidió un mero, bastante simplón, nada que no puedas encontrar en una cafetería de Vía Argentina. Mi salmón estaba congelado en su interior. Lo regresé. Muy desagradable. A la hora de pagar la cuenta pretendían que lo pagara. Por fortuna reflexionaron y no me lo cobraron. Amortiguó la velada la vista desde el balcón hacia la ciudad. Y también la amabilidad del mesero, correcto en todo momento.

Restaurantes van, restaurantes vienen. Pero la consistencia y calidad de Angel siempre es un alivio cuando no quieres arriesgar. Sin duda uno de mis favoritos. El cochinillo y los calamares al piquillo, excelentes.