El sitio ha mejorado mucho respecto a su ubicación original. El diseño de la decoración es excelente, moderno, sin estridencias. Gusto impecable. La atención de primera. El chef está pendiente. Algunos platos (sopa de ajo, risoto de langostinos, un plato de hilacha de cordero con berenjena) no van a convertirse en la especialidad de la casa. Oscilan entre desabridos y salados dependiendo del día en que vas. Desistí luego del segundo intento. Los tragos son muy buenos. La cava es hermosa y bastante bien surtida para el tipo de restaurante que es. Si afinan la puntería con algunos platos, podrían convertirse en un "sure shot".

He ido dos veces. En ambas ocasiones, el plato que pedí estaba agotado. Primero el atún, luego la sopa de langosta. Algo que deben resolver. El menú es poco extenso como para que en dos ocasiones no tengan un plato. La entraña ha sido consistentemente buena. El filete de Angus estuvo bien, a secas. El fetuccini no estuvo al dente y su salsa, insípida. El atún fue lo peor. Mariscoso, mucho. Pedí limón y salsa para no devolverlo. Debí hacerlo. Ofrecieron un Porterhouse como plato adicional al menú. Lo pedimos. La preparación y el sabor, sin pena ni gloria. Los postres, ninguno para comentar. Al traer la cuenta, el porterhouse costaba dos veces y media más que el plato más caro de la carta. Hablé con el dueño, venezolano, poco amable, terminante y molesto. No hubo argumento capaz de hacerle entender que cuando la diferencia de precio es tanta, deben advertir el precio. Su única respuesta fue que, en otro restaurante cuyo nombre mencionó, el plato costaba más (solo que allí, sí está advertido en la carta). Repitió esto varias veces. Fue su único argumento. Me sentí timado y peor aún, maltratado. Un restaurador debe entender que: a.Debe tratar bien al cliente, incluso consentirlo, y que para hacerlo volver esto incluso es a veces más importante que el plato que le serviste; b. un cliente insatisfecho es su peor propaganda. Nunca puede maltratar a un cliente; c. no puede intentar imponer su estilo en un medio nuevo y diferente al que está acostumbrado. El riesgo de que le vaya mal, es alto. Es inaudito que el dueño, con la inversión que han hecho, no haya estado dispuesto a bajar cualquier cosa, 10 dólares, (qué habrían perdido?), con tal de hacer volver muchas veces a un cliente quien además, lo recomendará más adelante. Mal orientados.

La calificación de este lugar no puede hacerse incluyendo una bebida SIN alcohol. Es el Wine Bar. Si vas allí, quieres comer informalmente en un ambiente distinto al de un restaurante convencional, tomarte una o varias copas de vino (también tienen cerveza) y pasar un rato en un ambiente acogedor e informal frecuentemente con música en vivo tocada por tríos o cuartetos modernos de músicos panameños excelentes. Techo decorado con parras. Mesas tapizadas con etiquetas de vino plastificadas. Meseros usualmente amables. Manager francés que SABE de vinos y te puede dar recomendaciones coherentes y con fundamento. El único lugar en Panamá en que te puedes tomar una copa de vino sin tener que pedir la botella, de una carta de 200 vinos distintos. Excelente pasta. Recomendaciones: El plato de quesos variados, el Roast beef, el carpaccio di manzo, La Lassagna y los panes surtidos.

Extraño al Limoncillo original. El ambiente, la comida y el servicio eran impecables. Este es una versión menor, más informal, la comida es buena pero no grandiosa y no lo comprendo porque sigue siendo la excelente chef propietaria del Limoncillo original. Creo que esta es una experiencia más relajada, menos demandante pero talvez por ello, algo descuidada. El verrugate estuvo magnífico. La entraña que comimos en una ocasión, simplemente gloriosa, vino una segunda vez desabrida y grasosa. Aún así, lo recomiendo. En una mesa de 4, siempre habrá un par de platos excelentemente ejecutados.

La calificación de este lugar no puede hacerse incluyendo una bebida SIN alcohol. Es el Wine Bar. Si vas allí, quieres comer informalmente en un ambiente distinto al de un restaurante convencional, tomarte una o varias copas de vino (también tienen cerveza) y pasar un rato en un ambiente acogedor e informal frecuentemente con música en vivo tocada por tríos o cuartetos modernos de músicos panameños excelentes. Techo decorado con parras. Mesas tapizadas con etiquetas de vino plastificadas. Meseros usualmente amables. Manager francés que SABE de vinos y te puede dar recomendaciones coherentes y con fundamento. El único lugar en Panamá en que te puedes tomar una copa de vino sin tener que pedir la botella, de una carta de 200 vinos distintos. Excelente pasta. Recomendaciones: El plato de quesos variados, el Roast beef, el carpaccio di manzo, La Lassagna y los panes surtidos.

El sitio ocupa el antíguo local de la Tratoría. Muy bien remodelado. Diferentes ambientes. Tres privados. Bar amplio. Paredes, pisos y cava que reflejan una gran inversión. Área de fumadores que no cumple los estándares legales (tres paredes, y sólo la cuarta abierta), lo que permite que entre humo al bar. La comida maaal presentada. El sabor apenas regular. Un magret de pato crudo. Un confit de pato desabrido. Una sopa de pezcado y mariscos salada. De 7 almejas, 5 venían cerradas. La ensaladita de lechuga que venía con el magret, saladísima. Una persona pidió un filete de pollo a la plancha. Fué lo único que vino en el plato. Ni una hojita de adorno. Nada. No esperarías esto ni en una fonda. Los meseros derramaron el vino la mayor parte de las veces que lo sirvieron, pero son amables. Las mesas son pequeñas para cuatro personas. Al estar lleno, muuuy ruidoso. Una mesa menos en el salón principal habría dado más espacio y calidez. Luego de tal experiencia culinaria, decidimos no pedir postres, de una carta que no era ni ligeramente interesante. Buena oferta de vinos, más de 200 en una cava hermosa y bien diseñada. NO COMPRENDO cómo, con una inversión tan cuantiosa, pueden tener una cocina tan mediocre. Mal pronóstico si no modifican su calidad. Sería una lástima, porque el sitio merece subsistir y crecer. Tienen un mes de estar abiertos. Deben mejorar significativamente. Recomiendo esperar un par de meses antes de visitarlo y permitir (espero) que se decante.

Viso tiene nuevo chef desde hace unos seis meses y la comida ha mantenido buenos estándares en general. A pesar de que no encontré un platillo al cual calificar como glorioso, la calidad y la ejecución son buenas. El problema de Viso es el diseño, el sitio es excesivamente RUIDOSO (con mayúsculas), resultado de arquitectos que diseñan restaurantes sin tener conocimiento de sus requerimientos especiales. La decoración es agradable. La atención es lenta.

Muy buen ambiente, excelente atención, muy buena calidad en sus platos. Las porciones son adecuadas. El sushi y el sashimi son muy buenos. No he encontrado un plato que me parezca de menor calidad ni mal ejecutado. Un sitio para volver.

Si pretende pasar por el restaurante insignia de mariscos en Panamá, le falta con creces mejorar su cocina. Luego de varias visitas, no he encontrado un sólo plato que me haga volver. Una muy buena inversión en el edificio aminora la falta de calidad del contenido. Aún así, no lo recomendaría a un amigo.

Le Bistro es el sitio donde se ha logrado glorificar la cocina de sáhila en Panamá. Sólo por ello, su mérito es incalculable. Su calidad, sus platos y sus sabores son de absoluta consistencia. Han logrado conjuntar sabores de la comida española y la criolla en forma perfectamente armónica. Es un sitio magnífico para almorzar. Talvez, algo impersonal para una cena pero este sería un defecto menor.